PREGUNTAS FRECUENTES

El apartado de preguntas frecuentes trata de ser una ayuda.

Si te estás planteando empezar una terapia es normal que tengas preguntas. 

Todo el mundo las tiene la primera vez.

He recogido aquí algunas de las más habituales para que puedan servirte de orientación. 

Por favor, no te quedes con ninguna duda en la cabeza.

Si no encuentras aquí la respuesta que buscas, hazme llegar tu duda.

Puedes hacerlo a través del formulario que tienes debajo, enviándome un correo electrónico o por WhatsApp.

Te contestaré lo antes posible.

Los psicólogos somos profesionales de la salud que hemos dedicado gran parte de nuestra carrera profesional a estudiar y comprender el comportamiento de las personas.

Como profesionales podemos ayudarte a identificar el origen del problema que te preocupa y solucionarlo mientras disminuye el malestar que te genera para que puedas continuar con tu vida.

Los psicólogos no te diremos qué debes hacer ni tomaremos ninguna decisión por ti, sino que te daremos una serie de estrategias para que tú puedas decidir y arreglar el problema por ti mismo.

Puedo ayudarte con cualquier problema (familiar, de pareja, laboral, etc.), hecho traumático y situación que te genere malestar o sufrimiento. 

También puedo estar a tu lado ayudándote a superar un duelo o o si padeces trastornos del estado de ánimo (estrés, ansiedad o depresión), adicciones, miedos y fobias, falta de autoestima y de confianza, trastornos alimentarios (anorexia y bulimia), trastornos de la personalidad, fobias, etc.

Gracias a la terapia también puedo ayudarte a enfrentarte a tus miedos, a tomar mejores decisiones, a saber qué quieres, a reencontrar el equilibrio, a realizar determinados cambios y a lograr los objetivos que te hayas marcado.

Más que saber, se trata de sentir.

Cuando sientes que no tienes las herramientas o estrategias personales para enfrentarte a una situación que te preocupa, cuando te sientes fuera de control y percibes que un problema te desborda, es un buen momento para plantearte iniciar una terapia.

Aunque, es importante saber que no es necesario que haya un problema concreto para acudir a la consulta de un psicólogo.

En algunas ocasiones nos sentimos bloqueados o tenemos un sentimiento de vacío, de insatisfacción, tristeza, frustración, o desasosiego de forma recurrente sin que podamos identificar una causa o podamos asociarlo a un problema concreto. Podemos sentir incluso síntomas físicos como ansiedad, sensación de agobio, dolores de cabeza o de estómago, insomnio, etc. que nos alertan de que algo no va bien, de que necesitamos realizar cambios en nuestra vida.

No dejes que el sufrimiento, la sensación de agobio o el bloqueo lleguen a ser tan intensos que te generen un profundo malestar. No dejes que frenen tu vida diaria.

Ven a la consulta y nos pondremos a trabajar enseguida para que te sientas mejor. 

Es muy complicado hacer una estimación exacta sobre cuánto durará la terapia. Dependerá de muchos factores. No obstante, tras las primeras sesiones, podré hacer una valoración de tu caso concreto y darte una duración aproximada.

Las sesiones duran una hora.

Lo habitual es realizar una sesión por semana al principio. Con el tiempo, las sesiones se van distanciando más entre ellas, hasta que ya no sea necesario seguir con la terapia.

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Sí, por supuesto. Todo lo que hablemos en las sesiones será confidencial. Yo no soy juez, no juzgaré nada de lo que me cuentes. Solo me preocuparé de ayudarte a sentirte mejor y a buscar soluciones.

La terapia psicológica no cambiará tu personalidad ni tu esencia. Yo solo te ayudaré a hacer los cambios que tú quieras hacer en tu conducta, en tu forma de pensar o de sentir. Las decisiones siempre las vas a tomar tú mismo. 

A veces, pocas sesiones ya pueden servirte para sentirte mejor. El poder contarle a alguien lo que te preocupa sin sentirte juzgado en ningún momento realmente suele sentirse como un alivio. Los resultados profundos requieren más tiempo.
 
Todo dependerá del tipo de problema que te haya traído a la consulta, de tu tipo de personalidad, del momento vital en el que te encuentres y de lo que puedas involucrarte en el proceso terapéutico.

Aunque cada vez menos, en nuestra sociedad continúa habiendo ciertos prejuicios sobre la psicología y la terapia. Frases como «no creo en los psicólogos» o «a terapia van los que están locos» se siguen escuchando por desgracia.

Esa presión social hace que algunas personas sientan todavía hoy vergüenza al ir psicólogo. Es normal. La realidad es que en muchos círculos familiares y sociales sigue siendo un tema tabú. En otros, incluso, hay cierto estigma. Pero si lo piensas, esos prejuicios solo evitan que se pueda normalizar un servicio que contribuye al bienestar emocional y a la salud mental de las personas.  

Tal y como yo lo veo, no hay diferencia entre acudir al psicólogo al sentir un malestar emocional o ir al médico al tener una dolencia física.

Ambos profesionales pueden ayudarte, cada uno en su campo. Si estás en esta situación, te animaría a priorizar lo que te pueda hacer sentir bien a ti, tratando de no pensar por un momento en lo que puedan pensar los demás.

Al fin y al cabo, eres tú quien vas a vivir tu propia vida, y cada uno de nosotros tiene derecho a buscar ser feliz y sentir bienestar.

Por desgracia, muchas parejas esperan a que la relación esté ya muy desgastada. Acuden después de años acumulando discusiones, malestar, distanciamiento, frialdad, indiferencia, decepción y falta de sexo.

 

El éxito de una terapia de pareja está muy relacionado con el momento en que la pareja decide pedir ayuda. Si la pareja acude a terapia apenas empieza a ver los primeros indicios de que algo no va bien en la relación las posibilidades de éxito son muy altas.

Solemos creer que «somos» de una determinada forma, como si hubiésemos sido así desde el nacimiento y que, por tanto, es imposible cambiar nuestra forma de ser.  Sin embargo, mucho de lo que pensamos que somos, en realidad es algo aprendido, algo que en algún momento de nuestra historia nos fue útil y por eso lo incorporamos en nuestra forma de pensar, sentir o hacer.

 

Pero eso que aprendimos quizás ya no nos resulta útil actualmente, quizás no es la estrategia que necesitamos para solucionar una situación complicada o puede que, incluso, nos haga daño.

 

No podemos cambiar nuestra personalidad, pero todos nosotros tenemos una gran capacidad para cambiar aquellas cosas que creemos que forman parte de ella cuando, en realidad son aprendidas.

En definitiva, podemos reaprender otras formas más útiles y menos dolorosas de lidiar con los problemas que la vida nos pone delante.  

Mucha gente siente miedo ante la idea de hacer terapia por si «saldrán» ciertos fantasmas del pasado que harán tambalear su estabilidad presente.

Este es un pensamiento muy común y muy natural. Todos sabemos que hay cosas que nos han pasado, que hemos sentido, pensado o visto que, de una manera u otra, nos hemos esforzado en aparcar, esconder u ocultar a nosotros mismos. 

Esto es así porque no nos hacen sentir bien. Si nos ocultamos cosas a nosotros mismos o nos esforzamos por dejarlas en el olvido es porque no nos sentimos preparados o con recursos suficientes para mirarlas a la cara directamente y hacerles frente. 

Todos estamos más cómodos en aquello que ya conocemos, adentrarse en terrenos desconocidos nos incomoda, pero esto no significa que no sea algo positivo.

En terapia, es más fácil que estas cosas salgan a la superficie y nos hagan sentir que tenemos que hacer algo con ellas, es decir, tomar decisiones molestas y difíciles.  Pero esto no tiene por qué ser así.

 

Si bien la terapia es el lugar idóneo para que surjan estos «fantasmas» porque te sentirás más apoyado y con más herramientas para enfrentarlos, serás tú quien marque el ritmo de la terapia y quien decida qué temas quieres revisar y cuáles no.